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EL CAMINO DE LA CRUZ DEL SEÑOR

I. Jesús es condenado a muerte

Iniciamos este camino con Jesús, teniendo la esperanza que después del dolor llegará la gloria. Pero no podemos llegar a este momento recibiendo únicamente lo bueno; debemos ser como Jesús, a saber, cargar nuestra cruz, que está representada en las enfermedades, las drogas, el desempleo, la pérdida de un ser querido, entre otros aspectos.

IV. Jesús se encuentra con su Santísima Madre.

Cada día que pasa tenemos la oportunidad de comprender que podemos encontrar no solo con el Señor, sino al mismo tiempo con la Santísima Virgen María. Hoy es un día y tiempo privilegiado para podernos encontrar con ella y, para ello, la mejor vía para salir a su encuentro  es a partir del silencio.

II. Jesús carga la cruz a cuestas. 

El ejemplo más valioso de sacrificio lo tenemos hoy, cuando contemplamos a Jesús no solo en la Eucaristía o en el Sagrario, sino en esta segunda estación. En ella, Él decide cargar su propia cruz. Las preguntas que pueden surgir en este día son: ¿Estoy cargando con mi cruz? ¿Cómo asumo mi cruz?

V. El cireneo ayuda a Jesús a llevar la Cruz.

¡Qué gran compromiso el que vamos a contraer en esta estación! La pregunta que hoy se nos puede generar es: ¿Cuántas veces, en el tiempo transcurrido en este año, hemos podido ser Simón de Cirene para nuestras familias, hermanos y amigos? ¿Algunos de nuestros conocidos son Simón de Cirene para nosotros el día de hoy? Generalmente buscamos medios que nos ayudan a llevar la vida y los problemas que en determinados momentos se hacen tan pesados, pero, ¿Estamos hoy dispuestos para ayudar a llevar su Cruz a alguien?

VII. Jesús cae por segunda vez.

En esta estación se nos relata que Jesús cae de nuevo. Podríamos preguntarnos: ¿por qué otorgar tanta importancia a su caída? A partir de esto centremos la atención en que más que hacer hincapié en su caída, debemos fijarnos en el acto de levantarse y seguir hasta el Gólgota. Esta acción hace grande la figura  de Jesús: en medio de su flaqueza como humano, del dolor que le ocasionaban los azotes y del cansancio que le generaba cargar con el madero, se levantó y siguió.

VIII. Jesús se encuentra con las santas mujeres.

Cada estación del Vía Crucis nos está llevando a un encuentro con el Señor. Así como Jesús se encuentra con las mujeres y las anima para que ellas sigan su caminar, en cada estación el Señor nos alienta para no desfallecer. Hoy es un día para que nos encontremos con nuestros hermanos en una misma fe, reconociendo de igual forma lo valiosa que es cada una de las personas que el señor pone en nuestro camino.

III. Jesús cae por primera vez.

En esta tercera estación podemos ver y entender plenamente el carácter humano de Jesús. Que nos relaten que Jesús cae, nos lleva también a entender que se debilitó, se cansó, sintió fragilidad como todo ser humano. Dice la carta a los Hebreos, en el capítulo 5, que “¿Quién puede entender mejor nuestras debilidades que aquel que se hizo débil?”

VI. La Verónica enjuaga el rostro del Señor Jesús.

Una mujer como Verónica es aquella que se presenta y se arriesga, no solo a limpiarle el rostro a Jesús, sino a que la puedan maltratar por el acto de amor que está realizando. Hoy muchos de nuestros familiares, amigos, conocidos y no conocidos están esperando que seamos esa Verónica (independientemente si somos hombre o mujer), que se atreva a limpiar el rostro del caído, del que sufre, del desplazado, de aquel que está esperando una visita en una clínica, hospital o casa.

IX. Jesús cae por tercera vez.

El Señor cae por tercera vez: es uno de los sucesos más conmovedores que podemos encontrar en este camino. Vemos en Jesús a un hombre que cae, pero que tiene la capacidad y las ganas de volverse a levantar. Hoy Jesús nos a un clarísimo ejemplo y una lección de vida, ya que cada caída es una valiosa oportunidad para aprender y podernos poner de pie.

X. Jesús es despojado de sus vestiduras.

Hemos llegado a la décima estación. Estamos próximos a contemplar la muerte ignominiosa a la que fue sometido Jesús por culpa de los seres humanos. Y nos podíamos preguntar en medio de este camino: ¿Qué estamos dispuestos a abandonar? De poco nos sirve hacer un camino como este que llevamos si no tenemos como propósito quitar cosas que no nos construyen en nuestra vida.

XI. Jesús es clavado en la cruz.

Definitivamente ha llegado la hora. La hora de dejar en la Cruz lo que no es constructivo para nuestra vida. Hoy te invito, querido hermano, a que te despojes de aquello que no te hace feliz, eso que durante largo o corto de tu vida llevas cargando y lo único que te genera es daño.

XII. Jesús muere en la Cruz.

Saber que ni el Hijo de Dios se salvó de la muerte debe ser para nosotros un motivo que nos reconforte y no todo lo contrario. En este camino que transitamos, es pertinente preguntamos ¿Cuántas Semanas Santas hemos vivido? Muchas de las Semanas Santas que hemos pasado a lo largo de la vida no han sido recorridas con conciencia, sino como parte de una tradición. Queridos hermanos, vivir una Semana Santa es entender y ser conscientes cada día más de lo precaria que es nuestra existencia.

XIII.  Jesús es bajado de la Cruz y colocado en los brazos de su madre.

XIV.  Jesús es sepultado.

En mejores manos no podía quedar Jesús: quedó en manos de aquella que lo concibió, lo vio crecer, caminar, servir, sanar, perdonar, dar esperanza y felicidad al ser humano, al igual que presenció su muerte. Hoy, permanezcamos al lado de la Virgen y al pie del Hijo. Nada como los brazos de una madre que acoge, que da seguridad y confianza.

Con esta estación terminamos nuestro Vía Crucis. Solo nos queda sepultar a los pies del Señor todo lo que nos hemos propuesto abandonar. Este es el día de hacer nuestra vida un camino mejor que el que solíamos transitar. Ahora que volvemos a nuestra casa, tomemos otro camino. Tomemos el ejemplo de los reyes de Oriente, que al encontrarse con la luz, nunca más volvieron a caminar por donde venían.

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